Monday, January 10, 2022

Una novedad radical

 


Homilía: La Fiesta del Bautizo del Señor – Ciclo C

         Como hemos celebrado la gran fiesta de la Navidad, probablemente cada uno de nosotros haya recibido una serie de regalos de nuestros seres queridos. Esto es parte de la alegría de la Navidad, ¿verdad? La alegría de dar y recibir regalos y la emoción que esas cosas nuevas traen a nuestra vida. Nos encantan las cosas nuevas, ¿no? Gadgets nuevos, carros nuevos, ropa nueva, etc. Sin embargo, si lo pensamos bien, todas esas cosas que pensamos que son “nuevas” son simplemente variaciones de algo antiguo, ¿verdad? La nueva versión del iPhone no es muy diferente de la anterior. Los carros no cambian tanto de un año a otro (tal vez un carro eléctrico nuevo sea realmente diferente). Los estilos de ropa no aportan una novedad radical a su guardarropa de un año para otro (la ropa sigue siendo solo ropa, ¿no?).

         Pero, ¿y si hubiera algo que cambiara radicalmente nuestras vidas? ¿Qué pasaría si sucediera algo que trajera una novedad a nuestras vidas que nunca habíamos imaginado: una novedad que afectara nuestras vidas de manera positiva para siempre? ¿No querríamos eso?

         La segunda lectura de hoy nos recuerda que algo ha sucedido. San Pablo escribió a San Tito (uno de los primeros obispos en la isla de Creta): “[Dios] nos salvó… mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador.” San Pablo está hablando aquí del bautismo: el mismo bautismo que ustedes y yo recibimos. Recordemos, por tanto, que el bautismo hace 3 cosas: 1) Nos libera del Pecado Original. El pecado original significa que nacemos en un estado sin amistad con Dios. El bautismo, al liberarnos del Pecado Original, nos devuelve a esa amistad. 2) Si hemos cometido pecados personales, Dios los perdona a través del bautismo (nuevamente, como parte de la restauración de nuestra amistad con Dios). 3) Nos convertimos en miembros de la Iglesia Católica y podemos recibir los demás sacramentos.

         Esto significa que, a través del bautismo, somos una nueva creación: estamos en una nueva relación con Dios. ¿Qué tipo de relación? El evangelio que acabamos de leer nos lo dice. Después del bautismo de Jesús, los cielos se abren y Dios Padre le dice: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Estas palabras están dirigidas a todos los que han sido bautizados: “Tú eres mi hijo predilecto… Tú eres mi hija predilecta”. El nombre de Dios para nosotros es “Predilectos”, que es otra señal de que el bautismo nos hace una nueva creación. A través de él, se nos da una nueva vida y, por tanto, una nueva relación con Dios que da un nuevo sentido a cada momento de nuestra vida. ///

         Hay una historia en los Hechos de los Apóstoles que subraya el don del bautismo. En el capítulo 9, el Apóstol Felipe se encuentra con un oficial de Etiopía que ha estado visitando Jerusalén. El oficial le pide a Felipe que le explique un pasaje de la Biblia y Felipe accede. De hecho, Felipe le habla de Jesucristo y de la nueva vida que vino a traernos. Esto tiene un efecto notable en el oficial etíope. Él quiere aprender más. Quiere saber cómo puede entrar en esta nueva vida. Y Felipe le dice que el bautismo es lo que trae esta nueva vida.

         La mayoría de nosotros somos bautizados cuando somos bebés y no nos damos cuenta de lo que está pasando. Pero si fuéramos conscientes del tremendo regalo que recibimos a través del bautismo, nuestra respuesta probablemente sería similar a la del oficial etíope. Al escuchar esta buena nueva de vida nueva a través del bautismo, le dice a Felipe: “Mira, hay un poco de agua al lado del camino. ¿Qué me impide ser bautizado en este momento?” En otras palabras, habiendo oído hablar de la novedad radical que el bautismo puede traer a su vida, dice: “¡Quiero esto!”. Felipe no se demora. Lo bautiza, y la Biblia nos dice que el hombre siguió su camino gozoso. ¿Y quién no se alegraría de recibir esta amistad con Dios? A través de nuestro bautismo, entramos en una relación nueva e íntima con Dios. Él se convierte en parte de nuestra historia y nosotros en la suya. Se nos da nueva vida. ///

         En su mito de la cueva, el filósofo griego Platón habla de las personas que viven en una cueva: su único contacto con el mundo exterior es a través de las sombras de las cosas que suceden fuera de la cueva que se proyectan en la pared frente a ellos. Sin embargo, solo conocen las sombras, por lo que creen que las sombras son la realidad (en lugar de las personas/cosas reales que causan las sombras). A veces podemos ser así, ¿no? Estamos ocupados, cansados, ansiosos y preocupados por muchas cosas. En lugar de vivir en la realidad de la vida vibrante del Espíritu que está en nosotros, vivimos como si las sombras de las cosas pasajeras de este mundo fueran la única realidad que existe.

         ¿Realmente queremos vivir así—en un mundo de sombras pasajeras—o queremos una verdadera novedad? Para vivir en una verdadera novedad, tenemos que dejar que Dios nos abra los ojos. Cuando lo hacemos, reconocemos lo que ya se nos ha dado: la poderosa realidad de ser un hijo/hija de Dios y el poder del Espíritu que vive en nosotros a través del bautismo. Entonces, ¿cómo podemos recordar esto en nuestra vida cotidiana para vivirlo plenamente? Una forma excelente (y muy sencilla) es hacer la Señal de la Cruz.

         Recuerdan las palabras del bautismo: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El sacerdote dice esas palabras mientras vierte agua sobre la cabeza de la persona. Este ritual simple efectúa la poderosa realidad de limpiarnos del pecado, marcándonos indeleblemente como hijo/hija de Dios y (literalmente) ahogándonos en el poder del Espíritu Santo. Esto significa que cada vez que hacemos la Señal de la Cruz y decimos las palabras “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, estamos recordando nuestro bautismo y la novedad radical que se manifestó en nuestras vidas. En otras palabras, la Señal de la Cruz es como una canción que nos recuerda un evento o momento especial en nuestras vidas. Cada vez que escuchamos esa canción, revivimos el momento como si volviera a suceder por primera vez.

         Por eso, comencemos en la Misa de hoy. Al final de la Misa, les bendeciré y van a hacer la Señal de la Cruz. Hagámoslo intencionalmente. Recordemos nuestro bautismo, el regalo de una relación viva con Dios, que está cerca de nosotros. Entonces, busquemos momentos durante cada día para hacer la Señal de la Cruz. Ayudará a mantener nuestro bautismo fresco en nuestra mente y nuestro corazón para que podamos vivir en el poder del Espíritu durante toda nuestra vida. Así, daremos testimonio de esta novedad radical para que otros, en busca de tal novedad, sean atraídos a las aguas del bautismo y reciban la plenitud de esta gracia por la misericordia de Dios.

         De hecho, comencemos ahora mientras oramos para que el poder de Dios se manifieste en nosotros: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, ¡amén!

Dado en la parroquia de San Pablo: Marion, IN – 8 de enero, 2022

Dado en la parroquia de San Jose: Delphi, IN – 9 de enero, 2022

Dado en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen: Carmel, IN – 9 de enero, 2022

1 comment:

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