Homilía: 3º Domingo de la Pascua – Ciclo B
Uno de los temas comunes que parece
correr a través de nuestras lecturas de hoy es la idea de que la Resurrección
de Cristo es la luz que quita la ceguera. En la primera lectura, Pedro está
hablando a la multitud que se había reunido a su alrededor y al Apóstol Juan
después de haber sanado al hombre lisiado cerca del Pórtico de Salomón, a las
afueras del templo. Escuchamos a Pedro acusar a la multitud de haber "rechazado
al Santo y al Justo" y haber dado muerte al "autor de la vida".
Luego, en un acto de misericordia, él reconoce que ellos "han obrado por
ignorancia" y les asegura que, si se arrepienten, sus pecados serán
borrados por el mismo "Santo y Justo" a quien rechazaron. En otras
palabras, cuando lo rechazaron, quedaron cegados por su ignorancia, pero ahora
ven la plenitud de Cristo resucitado de entre los muertos y su poder salvador.
Por lo tanto, pueden volverse a él y recibir el perdón.
En la lectura del Evangelio,
escuchamos cómo Pedro y los Apóstoles fueron los primeros (o quizás los
segundos) en ser iluminados por el Cristo resucitado. Allí, los discípulos de
Emaús, a quienes apareció el Cristo Resucitado y que se dieron a conocer al
partir el pan, han regresado a Jerusalén y están relatando su encuentro con
Cristo resucitado. "Mientras hablaban de esas cosas", el Evangelio
registra para nosotros, Jesús apareció en medio de ellos, los reprendió por su
incredulidad en la resurrección, y luego "[abre] el entendimiento para que
comprendieran las Escrituras" acerca de cómo el Cristo tuvo que sufrir y
morir y luego levantarse para cumplir lo que estaba escrito. A pesar de lo que
Jesús dijo a sus discípulos antes de su Pasión, Muerte y Resurrección, ellos
necesitaron su presencia resucitada para quitarles la ceguera y poder ver la
verdad completa de sus enseñanzas.
En la segunda lectura, las palabras
del apóstol Juan también apuntan a abrir los ojos de sus lectores. Nuestra
lectura comienza con Juan diciendo: "Les escribo esto para que no pequen".
En otras palabras, "para que puedan reconocer el pecado y así
evitarlo". Luego, como con Pedro en la primera lectura, lo escuchamos
anunciar la misericordia de Dios: diciendo, en efecto, "Si en su
ignorancia ha pecado, no le desespere; porque Jesús es nuestro intercesor ante
el Padre y ha expiado nuestros pecados." En otras palabras, "si ha pecado
a causa de la ceguera, no le vuelva a cegar y ve a Cristo que defenderá en su
nombre delante del Padre". Para Juan, es Cristo, resucitado de los
muertos, que da luz y esperanza a los que habían sido ciegos en su pecado, tal
como lo fue para la multitud que escuchó a Pedro esa tarde en Jerusalén, y tal
como lo fue para los discípulos reunidos en el Cenáculo en esa primera Pascua.
Bueno, ¿por qué es importante tenerlo
en cuenta hoy? Porque será importante recordar en los próximos años, ya que
será necesario proponer una vez más estas grandes verdades a una generación que
en gran parte se ha apartado de ella.
Un columnista de periódicos recientemente
reflexionó sobre los problemas de Europa con respecto a los jóvenes adultos y
la religión. Cita específicamente al papa emérito Benedicto XVI que, mientras
aún era el cardenal Joseph Ratzinger, señaló que la tendencia en Europa
significaba que la Iglesia sería "reducida en sus dimensiones", lo
que haría "necesario comenzar de nuevo". Aquí, casi 20 años después,
ver esto pasando en Europa. Un estudio reciente mostró que, en 12 de las 22
naciones europeas encuestadas, más de la mitad de las personas de entre 16 y 29
años declaran no tener ninguna religión. En 18 de estas 22 naciones, menos del
10 por ciento de los adultos jóvenes admiten asistir a servicios religiosos
semanalmente (esto incluye todas las religiones, no solo el catolicismo).
Según el autor del informe, una clave
para entender este cambio es reconocer que la fe "nominal" o
"cultural" no se transfiere de una generación a la siguiente. Esto
significa que, si los padres de esta generación son cristianos "solo de
nombre"—tal vez creyendo en algo "vagamente benevolente" allá
afuera—entonces la generación de sus hijos probablemente cortará los lazos con
la religión, en lugar de continuar la farsa. De nuevo, esto parece estar pasando:
de una manera extremadamente pronunciada en Europa, pero también aquí en los
Estados Unidos. Si esta tendencia continúa, el columnista señala, "el
futuro que Papa Benedicto predijo, que una iglesia más pequeña tendría que
volver a lo básico", se convertirá en una realidad. En esta realidad,
según el Papa jubilado, los creyentes nuevamente tendrán que ser misioneros y
"proponer de nuevo ... las preguntas sobre Dios, la salvación, la
esperanza, la vida, especialmente sobre lo que tiene un valor ético
básico".
Aquí es donde entran estas lecciones
de las Escrituras de hoy. Muchos de estos jóvenes—y, por supuesto, muchos de
los adultos—que se han desviado de la fe, en algún momento, "chocarán contra
una pared". Habiendo vivido una vida de lo que Benedicto XVI ha llamado
"ateísmo práctico"—en el que Dios no se niega explícitamente, pero la
vida de uno no refleja ninguna consideración de Dios—muchos lo encontrarán
vacío y comenzarán a buscar respuestas. Nuestro trabajo será estar allí y
proponer nuevamente la dura pero misericordiosa verdad que Jesús propuso a sus
discípulos cuando dijo: "¿Cómo podrían dudar? Mira cómo esto cumplió todo
lo que las Escrituras proponían"; y que Pedro le propuso a la multitud
cuando dijo: "¡Mataste al autor de la vida! Pero si le arrepiente,
encontrará el perdón"; y que Juan propuso a la Iglesia primitiva cuando
dijo: "¡Los que dicen 'Yo lo conozco', pero no siguen sus mandamientos son
mentirosos! Pero los que pecan tienen un intercesor en Jesús". Si hemos
sido testigos fieles—no solo de nombre, sino de acción—entonces estas personas,
su ceguera levantada, volverán al Señor y la Iglesia comenzará a crecer otra
vez.
Esta es la razón por la cual hoy
quiero alentarlos estudiar bien los Hechos de los Apóstoles durante este tiempo
de Pascua. Así como la Cuaresma fue nuestro tiempo de preparación para celebrar
la Resurrección, también la Pascua debería ser nuestro tiempo de preparación
para volver a proponer el Evangelio a una generación que lo está abandonando; y
estudiar cómo la Iglesia primitiva propuso el Evangelio la primera vez será una
gran manera de prepararse.
Hermanos, la alegría de la
resurrección y la promesa de que Jesús es nuestro intercesor—dos cosas que se
renuevan cada vez que celebramos esta Eucaristía—serán nuestra fortaleza para
realizar este buen trabajo. Así que retomémoslo, confiando en que Cristo, cuya
luz rompió la oscuridad de la muerte, puede romper la ceguera de quienes nos
rodean y llevarlos a una nueva vida.
Dado en la parroquia
Todos los Santos: Logansport, IN
15 de abril, 2018
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