Homilía: 17º Domingo en el Tiempo Ordinario – Ciclo C
“El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?”
Hermanos, las lecturas de nuestra Misa
de este fin de semana nos apuntan a reflexionar sobre la relación de la
oración. En la primera lectura, vemos a Abraham actuando esta relación de
oración con Dios. Lo vemos explorando los límites de la justicia de Dios con
cada pregunta repetida: bajando su número cada vez en busca de la verdadera
respuesta a su primera pregunta, “¿Será posible que tú destruyas al inocente
junto con el culpable?” Tiene un verdadero sentido de la justicia y por eso
está convencido de la verdad de que el inocente no debe ser condenado con el
culpable. Reconoce a Dios como el juez todopoderoso del mundo, pero aún no sabe
si Dios actuará con justicia, por lo que explora esto con Dios. Abraham también
sabe que Dios podría herirlo de muerte en un instante y por eso aborda la
pregunta con humildad, sin pretender conocer la voluntad de Dios, sino
explorando los límites a través de sus repetidas preguntas, esperando descubrir
que el “juez de todo el mundo” actuará con justicia y así demostrarse
honorable. Además de revelarnos que Dios es justo y que actuará con justicia,
Abraham también nos demuestra la relación de la oración: es decir, que la
oración no es sólo transaccional, sino relacional.
En un estilo de oración transaccional,
se pide algo a otro y ese otro responde positiva o negativamente: por ejemplo,
“Sí, te daré eso” o “No, no te daré eso”. Si es positivo, quizás haya un costo
por recibir la cosa solicitada: por ejemplo, “Sí, eso te lo doy y esto es lo
que te costará”. Piensa en ello como si fueras a McDonald's: Haga la pregunta,
"Puedo tener un Happy Meal" y el empleado responde: “Sí. Eso costará
cinco dólares”. Usted entrega los cinco dólares, el empleado le entrega el
Happy Meal y la transacción funcionó según lo previsto.
Debido a que nuestras vidas están
llenas de este tipo de transacciones, se vuelve muy fácil adoptar este enfoque
cuando oramos. Creemos que Dios es todopoderoso y por lo tanto puede proporcionarnos
todo lo que necesitamos. También creemos que es bueno y que no quiere vernos
sufrir. Y así, nos acercamos a él como a un benefactor: suplicándole lo que
necesitamos y esperando que responda con generosidad a nuestra petición,
dispuesto a ofrecer algo de nosotros mismos como “pago” por lo que hemos
recibido. Este “estilo transaccional” de oración es una manera muy natural y
honesta de orar. La oración que es una relación, sin embargo, es mucho más
profunda; y es la oración que Dios desea para nosotros.
Lo que Abraham nos demuestra en la
primera lectura es cómo la oración es un vehículo para llegar a conocer a Dios
más profundamente. En este momento de su vida, Abraham ha tenido una larga
relación con Dios. Dios llamó a Abraham fuera de su tierra natal para
establecerse en una nueva tierra y el libro de Génesis documenta que hubo
muchos giros y vueltas en el camino. Así, Abraham aprendió a confiar en Dios y
llegó a conocerse a sí mismo y a Dios más profundamente. Sin embargo, cuando
Dios expresó su intención de destruir a Sodoma y Gomorra, Abraham se enfrentó a
una pregunta: “¿Es Dios verdaderamente justo? ¿Será posible que él destruya al
inocente junto con el culpable?” La oración de Abraham, entonces, se trataba de
explorar esta pregunta con Dios. Lo hizo, creo, por dos razones: 1) para conocer
a Dios más profundamente, y 2) para probar si lo que había llegado a saber
acerca de Dios (es decir, que es justo) era realmente cierto. Al hacerlo, su
pregunta más profunda, “El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?”, una
pregunta que aborda la comprensión de Abraham de cómo funciona el mundo,
también sería respondida. ///
Cuando los discípulos de Jesús observan
a Jesús en oración y le piden que les enseñe a orar, Jesús les enseña: dándoles
una forma y una actitud para la oración. Al hacerlo, les enseña algo importante
sobre Dios y sobre la oración: Dios es nuestro Padre que solo quiere cosas
buenas para nosotros, y la oración es nuestra forma de comprometernos y profundizar
nuestra relación con él. En los ejemplos que da, Jesús está animando a sus
discípulos a ser audaces en la exploración de los límites de la generosidad de
Dios: diciendo que, “Si ustedes, seres humanos pecadores, pueden ser generosos
aun cuando se resisten a hacerlo, ¿cuánto más es Dios, que es sin pecado y por
lo tanto nunca resistente en su generosidad?” Así, Jesús nos está enseñando:
cuando exploramos los límites de la generosidad de Dios en la oración (o de su
justicia, en el caso de Abraham), llegamos a conocerlo más profundamente e
íntimamente, y así crece nuestra relación con él. Cuando crece nuestra relación
con él, aumenta nuestra confianza en su cuidado providencial y, por lo tanto,
nos volvemos más resistentes a las luchas y los desafíos que enfrentamos todos
los días, así como a las preguntas más importantes que el mundo y la forma en
que funciona a menudo nos presenta. ///
“El juez de todo el mundo ¿no hará
justicia?” Esta fue la “gran pregunta” que el mundo y las acciones de Dios le
presentaron a Abraham ese día. Abraham sabía la respuesta a esta pregunta:
“¡Sí! ¡El juez debe hacer justicia!” Lo que necesitaba saber, sin embargo, era
si el juez de todo el mundo en realidad actuaría con justicia. Comprometiendo
su oración como una relación, Abraham exploró esta pregunta con Dios y encontró
su respuesta: Dios, el juez de todo el mundo, no destruyera al inocente con el
culpable, y así actuaría con justicia.
¿Cuáles son las “preguntas más
importantes” a las que le enfrenta en su vida hoy? Haz una pausa hoy y trata de
nombrarlos. Luego escríbalas en una hoja de papel y enfóquese en ellas en
oración. En lugar de simplemente pedirle a Dios que le dé una respuesta, vea si
puede involucrar a Dios en la oración de manera relacional, explorando los
límites de su generosidad (o su justicia, o su misericordia... lo que exija su
gran pregunta). Al hacerlo, profundizará su relación con Dios y,
presumiblemente, su confianza en él. Esta confianza, esta fe, le fortalecerá para enfrentar las luchas y los desafíos que
trae cada día y le hará ser testigo más gozoso del llamado a la relación que
Dios hace a cada persona, quizás llevando a algunos a responder a ese llamado.
La Misa es el lugar preeminente donde
ejercitamos colectivamente nuestra relación con Dios en la oración. Al
acercarnos hoy a este altar, demos gracias por este regalo y comprometámonos a
hacer crecer nuestra relación con Dios en la oración para que podamos responder
con más alegría a las luchas y desafíos de nuestra vida diaria y así ser mayores
testigos de Dios y de su amor en el mundo.
Dado en la parroquia de
San Pablo: Marion, IN – 23 de julio, 2022
Dado en la parroquia de
San Jose: Delphi, IN y la parroquia de Nuestra Señora de Carmen: Carmel, IN –
24 de julio, 2022
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