Aunque no lo parezca a primera vista, las lecturas de hoy nos dan una invitación a poner el cuidado de Dios por nosotros en perspectiva y dejarnos perderse en asombro por su gracia para nosotros. Ninguno de nosotros es tan pequeña que Dios no se preocupa por nosotros! Si tan sólo tratar de verlo, él no dejará que nos cuenta!
Homilía: 31º Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo C
Mis hermanos y hermanas,
hoy nuestras lecturas nos invitan a considerar la naturaleza eterna de Dios.
Debido a que somos criaturas que existen en el tiempo, es difícil para nosotros
considerar lo que una existencia eterna podría parecerse, pero eso es
exactamente lo que Dios es y así que para nosotros para poder conocerlo,
debemos al menos tratar de comprenderlo. Para tratar de poner esto en
perspectiva para nosotros, voy a compartir con ustedes lo que considero la
mejor descripción de la eternidad que he escuchado hasta ahora.
Imagínese que usted está
de pie en una playa frente a un océano. Luego imagine que usted toma un grano
de arena y empezar a caminar. Su tarea consiste en llevar a ese grano de arena
de la playa a la cima de la montaña más alta y al llegar allí, para dejar ese
grano de arena en su apogeo. Luego, su tarea es volver a esa playa, recoger
otro grano de arena y colóquelo, junto con el otro, en la cima de la montaña
más alta. Su tarea, de hecho, es hacerlo con cada grano de arena en la tierra:
de cada playa, cada fondo del océano, y cada caja de arena en el mundo, uno por
uno desde donde se encuentre a la cima de la montaña más alta. Ahora imagine
que cada paso que da tarda diez mil años para hacer. Y aquí está, teniendo cada
grano de arena en la tierra y moviéndolo diez mil años cada paso, a la cima de
la montaña más alta. Y cuando haya terminado, miles de millones de años
después, la eternidad no se ha hecho más que empezar.
En nuestra primera
lectura de hoy del libro de la Sabiduría, leemos que delante del Señor “el
mundo entero es como un grano de arena en la balanza o como gota de rocío
mañanero que cae sobre la tierra.” En otras palabras, al igual que miles de
millones de años son solo como un momento en la eternidad, por lo que es todo
el universo, vasto e incomprensible en tamaño, sino como una cantidad
insignificante de peso en una balanza o una caída imperceptible de la gota de
rocío mañanero sobre la tierra delante de Dios. Sin embargo, continúa diciendo,
nada de lo que sucede en este universo, no hay grano que cae de una balanza o
la gota de rocío que cae a la tierra, pasa desapercibida por Dios. Aún más, se
dice que Dios no sólo da cuenta de cada pequeña cosa, pero que también mira a
todos con misericordia, que nos revela algo importante acerca de Dios y nuestra
relación con él.
A veces, creo que podemos
separar a Dios que creó el universo de Dios quien lo gobierna. Cuando hacemos
esto, Dios que creó el universo considerado todo y vio que era "muy
buena", pero Dios quien gobierna lo hace como un director atribulado
tratando de hacer algo positivo de un desastre y que prefieren desechar todo y
volver a empezar de tratar de arreglarlo. Afortunadamente para nosotros, esta
última descripción de Dios es una distorsión de la verdad, porque Dios que creó
el universo (y todo lo que hay en él) por
amor también es un Dios que gobierna el universo (y todo lo que hay en él) en el amor. Y puesto que Dios es amor,
entonces la misericordia debe ser la regla con la que Dios gobierna.
Ahora el hombre (es
decir, la persona humana), por el diseño y la providencia especial de Dios, era
la única criatura que Dios había hecho por sí mismo. Todo el resto de la
creación fue hecha para servir al hombre, pero el hombre fue hecho para nadie
más que a Dios para ser la única criatura destinada a una relación íntima y
personal con él. Tan fuerte es el deseo de Dios para esta al crear al hombre
que, aun cuando el hombre pecó, Dios no abandona al hombre a la muerte, sino
que se pone en movimiento el plan para rescatarlo para que el hombre una vez
más alcanzar su destino. Como las palabras del libro de la Sabiduría nos
recuerda: "Te compadeces de todos, y aunque puedes destruirlo todo, aparentas
no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse. Porque tú amas todo cuanto existe y no
aborreces nada de lo que has hecho… "
Para mostrarnos la manera
más perfecta, Dios envió a su único Hijo, Jesús, para revelarnos que de hecho
no se había olvidado de nosotros entre la inmensidad del universo; y en la
lectura del Evangelio de hoy, vemos un microcosmos de esta realidad que se está
reproduciendo.
En la lectura del
Evangelio, Jesús ha llegado a Jericó, una ciudad profunda de un valle entre el
río Jordán y Jerusalén. Era un pueblo de mala muerte donde el crimen era
rampante y así la mayoría de los viajeros pasó por la, esperando de salir
adelante sin ser robado. Sin embargo, Jesús, el Hijo de Dios, llega a esta
ciudad, el lugar más bajo en la Tierra Prometida: que es nada menos que una
imagen de Dios se abaja para venir entre nosotros. Zaqueo era un jefe de los
cobradores de impuestos (que, por cierto, también hizo él el jefe de los
despreciados por la gente) y fue muy corto. Quería conseguir una ojeada de
Jesús, pero no podía porque se sentía perdido entre la multitud. Y así se subió
a un árbol sólo esperando ver a este Jesús que todo el mundo estaba hablando.
Cómo sorprende que debe haber sido, entonces, cuando Jesús se fijó en él, lo
llamó por su nombre, y luego él mismo invitó a su casa para cenar!
Zaqueo sentía pequeña e
insignificante en medio de la masa de la creación que le rodeaba. Sin embargo,
cuando hizo un esfuerzo sólo para ver a Jesús, Emmanuel, Dios quien está con
nosotros, Jesús no sólo lo notado pero él lo llamó y quería ser conocido
personalmente por él.
Entonces el pueblo se
acusan Zaqueo delante del Señor, diciendo que "[Jesús] ha entrado a
hospedarse en casa de un pecador." Lo que una imagen del día del juicio es
esto, ¿no? Zaqueo, puesto en pie ante el Hijo de Dios y se le acusa de sus
pecados. Confiados en la misericordia de Dios, sin embargo, que está delante de
él y le dice, en efecto: "Yo estoy listo para recibir su justo juicio.
Para demostrar esto, lo prometo ante todo, de dar la mitad de mis bienes a los
pobres, y si usted debe encontrar que he defraudado algo a alguien, te lo
prometo que le devolveré cuatro veces más." Y por este acto de fe en aquel
que juzga con justicia, Zaqueo recibe la salvación de aquel que por sí sola
podría darle.
Mis hermanos y hermanas,
este es el núcleo del mensaje cristiano! Que nosotros, que son aparentemente
muy pequeño e insignificante en relación con el vasto universo, sin embargo son
vistos con la misericordia y el amor de nuestro Creador que nos hizo para sí
mismo, hasta el punto de que se convirtió en uno de nosotros al enviarnos a su
Hijo para salvarnos y para mostrarnos el camino de regreso a sí mismo. Y si son
reprendidos un poco, es decir, si sufrimos algo en este mundo, no es porque el
Dios que gobierna el universo es un Dios mezquino y vengativo que quiere
castigarnos, sino más bien, como el autor del Libro de la Sabiduría dice, que
es "para les traes a la memoria sus pecados, para que se arrepientan de
sus maldades y crean en ti, Señor,” el único que puede salvarnos!
Y así, mis hermanos y
hermanas, no debemos engañarnos creyendo la mentira de que el Dios
todopoderoso, el Dios que nos ha creado y todo el universo, no quiere tener
nada que ver con nosotros, pero se encuentra al acecho para castigarnos por
nuestros pecados. Más bien, como Zaqueo, vamos a apresurarnos a ser visto por
él, confiando en que la justicia de Dios siempre está atemperada por la
misericordia de los que se esconden nada de él: porque el Dios de todo el
universo, el Dios de la eternidad, no dejará de notarnos; y la salvación, la
salvación que nos ha ganado a través de Jesús, hoy será nuestra.
Dado en la parroquia de Todos los Santos: Logansport, IN
3ª de noviembre, 2013
No comments:
Post a Comment