Sunday, February 18, 2018

Un invierno espiritual


Homilía: 1º Domingo de la Cuaresma – Ciclo B

          Aquí en Indiana, somos testigos de la renovación anual de invierno de las plantas. Los árboles, en particular, demuestran esta renovación más dramáticamente. A medida que se acerca el invierno, celebran una especie de "carnaval", ya que sus hojas cambian en colores llamativos inmediatamente antes de ponerse marrones y caerse. Luego, los árboles permanecen inactivos hasta que llega la primavera, cuando florecen en flores de colores brillantes antes de brotar nuevas hojas para absorber los rayos nutritivos del sol. Sin embargo, esto no es meramente una "recuperación de lo viejo". Más bien, la floración de primavera de los árboles es verdaderamente una renovación. Bueno, no he hecho ninguna investigación para saber si esto es cierto, pero creo que esta renovación anual en realidad los hace a los arboles más fuertes y capaces de dar más fruto.

          Como criaturas corporales que viven en el tiempo, también necesitamos un tiempo de renovación anual. A medida que el tiempo avanza día tras día y mes tras mes, nuestros cuerpos y espíritus se sienten abrumados por la vida cotidiana de nuestras vidas. Tal vez hay hábitos pecaminosos que hemos desarrollado durante el año pasado o tal vez nuestras vidas de oración se han estancado e infructuoso. Y entonces la Iglesia nos da este tiempo de Cuaresma como un "invierno espiritual" para ayudarnos a desprendernos de las cosas que nos agobian—como los árboles se desprenden de sus hojas secas—y renovarnos en nuestras promesas bautismales de vivir la vida cristiana.

          En este primer domingo de Cuaresma, las lecturas nos ayudan a entender cómo podemos abordar este momento de renovación. Hoy nos dieron una idea de dónde nos llevará este viaje de la Cuaresma y también de cómo llegaremos allí. En la primera lectura, Noé salió después de cuarenta días en el arca. Él representó a la humanidad purificada del pecado y vemos que Dios hizo una alianza con esta humanidad renovada para nunca más destruirla. En esto vemos el objetivo de nuestra renovación Cuaresmal. Nuestra meta es emerger de este ayuno de cuarenta días limpiado del pecado para recibir nuevamente la promesa de Dios que recibimos en nuestro bautismo.

          Luego, en la lectura del Evangelio, escuchamos cómo Jesús pasó cuarenta días en el desierto, tentado por Satanás, antes de comenzar su ministerio para llamar a las personas al arrepentimiento. En esto vemos el camino que debemos seguir para alcanzar nuestra meta. Como Jesús pasó cuarenta días en el desierto, en el que se apartó de las comodidades de su vida diaria para estar preparado para comenzar a cumplir la misión por la cual vino, así también nosotros estamos llamados a pasar cuarenta días en los cuales nos alejamos de algunas de las comodidades de nuestra vida cotidiana (por ejemplo, nuestra comida o bebida favorita o refrescos en general, o TV o Facebook o YouTube o Netflix o la red en general) para que también podamos alejarnos de aquellos cosas que nos separan de Dios y de los demás (por ejemplo, de los celos, la ira, el resentimiento, los chismes, etc.).

          Bueno, cuando nos alejamos de algo, necesariamente nos volvemos hacia otra cosa y, por lo tanto, es importante que, mientras nos alejamos de algunas de las comodidades de nuestra vida cotidiana, prestemos cuidadosa atención a aquello a lo que nos hemos dirigido. La renovación de la alianza de Dios con la humanidad que sucedió después de que Noé salió del arca nos invita a mirar hacia el final de estos cuarenta días y preguntarnos: "¿Quién quiero ser al final de este tiempo?" En otras palabras, "¿Cómo deseo ser renovado esta Cuaresma?" O, mejor aún, "¿Cómo quiere Dios renovarme esta Cuaresma?" Esta es una pregunta muy importante. Porque podemos tomar todo tipo de prácticas penitenciales durante esta Cuaresma (¡algunas de ellas heroicas, incluso!)—y, si las hacemos bien con un espíritu de humildad, de alguna manera, seremos renovadas—pero si no tenemos un objetivo en mente (un objetivo hacia el cual la renovación apunta a lograr), entonces las posibilidades de que nuestra renovación dé fruto para Dios y su reino son escasas.

          Por lo tanto, San Pedro nos recuerda en nuestra segunda lectura que nuestro bautismo no fue solo un lavado que quita la inmundicia de nuestros cuerpos, sino que fue un "compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios..." Con estas palabras podemos entonces expandir nuestro "pregunta importante" cuando comenzamos la Cuaresma y vemos que no solo tenemos que preguntarnos "¿Cómo quiere Dios renovarme esta Cuaresma?", sino también "¿y para qué me renuevan?" Si puede encontrar una respuesta a estas preguntas, y póngase en camino para realizarlas, entonces estará en camino de tener una Cuaresma mejor que nunca.

          En este punto, es importante recordar que, siempre cuando intentemos hacer algo bueno, inevitablemente encontraremos dificultades. Así como Jesús fue tentado en el desierto, también nosotros podemos esperar encontrar tentaciones que nos tentarán a darnos por vencidos antes de alcanzar nuestra meta. Aquí es donde entran en juego las herramientas de la oración, el ayuno y la limosna. Estas herramientas nos ayudan a vencer estas tentaciones y a estar abiertos a la gracia de Dios, para que podamos lograr nuestra meta. Y entonces vemos que la oración, el ayuno y la limosna no son fines en sí mismos—es decir, algo que hacemos simplemente porque es la Cuaresma (en otras palabras, para usar el ejemplo de San Pedro, el bautismo, solo para quitar la inmundicia de nuestros cuerpos)—sino más bien, que son útiles para lograr nuestro objetivo Cuaresmal, la renovación de nuestros espíritus. Por lo tanto, debemos elegir bien cómo vamos a orar, ayunar y dar limosnas: siempre con la mirada puesta en la renovación que Dios quiere para nosotros.

          Sin embargo, aunque hay muchas formas en que podemos acercarnos a nuestro tiempo en la Cuaresma, una cosa que no es una opción es no pasar por ello. Las lecturas de hoy nos muestran tanto. Noé tuvo que pasar los cuarenta días en el arca para recibir la promesa de Dios. Jesús tuvo que pasar cuarenta días en el desierto antes de poder comenzar su ministerio de anunciar la venida del Reino de Dios. Y entonces nosotros también debemos pasar estos cuarenta días de Cuaresma si realmente deseamos la renovación en las promesas de Dios que él mismo desea darnos.

          Mis hermanos y hermanas, Dios realmente desea que seamos renovados esta Cuaresma. Comprometámonos a este objetivo y recemos para que Dios nos muestre cómo lograrlo. Vamos a escucharlo en oración, a disciplinar a nuestros cuerpos y a nuestros espíritus por ayunar, y responder más rápidamente a nuestros vecinos necesitados por dar limosnas, para hacer realidad la renovación interior del espíritu que todos necesitamos. Cuando lo hagamos, verdaderamente estaremos listos para "florecer como los árboles" esta primavera y para celebrar con gran alegría la resurrección de nuestro Señor.

Dado en la parroquia Todos los Santos: Logansport, IN

18 de febrero, 2018

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