Sunday, July 9, 2017

El yugo que te libera

Mi primer post en pocas semanas... Tengo que admitir que estaba un poco oxidado!
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Homilía: 14º Domingo en el Tiempo Ordinario – Ciclo A
          Mis hermanos y hermanas, sabemos que, para un cristiano, la fuerza se encuentra en la debilidad. Esto se debe a que nuestro maestro es Jesucristo y, como acabamos de escuchar en el Evangelio de hoy, quiere que aprendamos de Él a ser mansos y humildes de corazón. Mientras el mundo puede cepillar los simples a un lado y llamarlos ignorantes, la oración de Jesús a su Padre nos enseña a valorar la grandeza de los sencillos entre nosotros porque Dios mismo los escogió para ser predicadores de la Sabiduría Divina. Reflexionemos un poco más sobre este importante principio de nuestra fe cristiana.
          A riesgo de exagerar lo obvio, me recuerda que fue la humillación de Cristo la que produjo la salvación del hombre. El pueblo de Israel tenía diferentes expectativas para el Mesías. Muchos de ellos pensaron que sería un gran rey mundano que haría que la nación de Israel se destacara sobre todas las demás naciones del mundo. Muchos otros pensaron que sería un poderoso guerrero que derrocaría los reinos del mundo y así uniría a todos los pueblos bajo un solo rey, el Mesías. Pero Jesús confundió estas nociones con su manera de hacer las cosas. Cuando llegó, se presentó como un rey humilde, un rey manso. De hecho, cuando hace su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos, lo hace con mansedumbre, montado en un burro; y al hacerlo, cumple la profecía dada cientos de años antes por el profeta Zacarías.
          Como si ser divino y asumir una naturaleza humana no fuera suficiente, Jesús se despojó de cualquier aura de grandeza cuando vino a nosotros. En otras palabras, se hizo sencillo y vivió entre los olvidados, entre los que están ocultos a los ojos del mundo, y los escogió para ser guardianes del mensaje de salvación. Esto se demuestra más perfectamente por el hecho de que la más noble de todas las enseñanzas jamás conocidas—las cosas que los sabios y los entendidos buscaban constantemente—se extendió por todo el mundo por un puñado de pescadores simples. Estos discípulos, que de otro modo hubieran sido olvidados por estar entre los ocultos en el mundo, comenzaron la transformación social más trascendente en toda la historia humana; y esto porque Cristo se había humillado tan completamente.
          Anteriormente en el Evangelio de Mateo, al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús enseña las Bienaventuranzas, sus enseñanzas sobre el significado y el camino hacia la verdadera felicidad. En ellos, Jesús declara: bienaventurados los pobres, los humildes, los encarcelados, los enfermos, los que sufren y los que lloran... en otras palabras, los sencillos, es decir, todos los que están fatigados y agobiados por la carga. A lo largo de los siglos las verdades de estas enseñanzas han sido demostradas en las vidas de un número de santos, muchos de los cuales han cambiado la historia con sus proyectos simples.  Por ejemplo, para nombrar algunos: Francisco de Asís, que se llamó el "poverello"—o el pobrecito—que devolvió a la conciencia de la Iglesia el valor de la pobreza y el celo evangélico; Teresa de Lisieux, la "Pequeña Flor", que propuso "el pequeño camino" de santidad que ha sido adoptado tan ampliamente que ha sido declarada Doctora de la Iglesia; La Madre Teresa de Calcuta, conocida como "el ángel de los leprosos" por su cuidado de los marginados y olvidados, despertó una vez más el espíritu de caridad en la Iglesia.
          Por supuesto, sería negligente si no mencionara el alma más puramente simple que jamás haya existido: la Santísima Virgen María. Dios eligió a esta mujer tan sencilla—la más humilde y la más pura—para llevar a cabo su misión más sublime: llevar a su Hijo único al mundo. María, por su parte, adoptó estas virtudes de humildad y sencillez y las convirtió en la medida absoluta de todas sus acciones. Así, cuando el ángel Gabriel se le apareció para revelar el plan de Dios de que ella se convirtiera en la madre de su Hijo, fue en la simplicidad que ella pudo decirle "sí". Una vez hecho esto, ella se convirtió en la llave de la historia de la salvación. Mis amigos, la verdadera libertad, la verdadera alegría y la verdadera belleza se encuentran en el misterio de las almas sencillas. Sólo por tratar de imitarlos y al hacernos sencillos podemos llamarnos discípulos de Cristo, que era "manso y humilde de corazón".
          Mis hermanos y hermanas, los ejemplos de estos santos nos demuestran la verdad de que el hombre se transforma cuando se acerca a Cristo con un espíritu humillado. Esto es lo que nos está llamando a aprender de él, llevándonos su yugo. Con demasiada frecuencia, sin embargo, nos contentamos con llevar nuestros propios yugos, por nosotros mismos. En otras palabras, pensamos que, si vamos a ser santos, tenemos que hacerlo por nosotros mismos. Cristo sabe que es una carga pesada para nosotros y que es una que no podemos soportar para siempre. Así nos llama "Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio". Es una promesa muy hermosa: una, estoy segura, que todos y cada uno de nosotros anhela conocer. Pero son las condiciones para realizar la promesa que impide que la mayoría de la gente la alcance: Vengan a mí...
          Mis amigos, si realmente vamos a darnos cuenta del alivio perfecto que Cristo nos promete, entonces debemos estar dispuestos a venir a él y abandonarnos a él tomando su yugo sobre nuestros hombros para que nos enseñe el camino de la sencillez: cómo ser manso y humilde de corazón. Una manera práctica de hacerlo es leyendo los Evangelios y esforzándonos por imitar la sencillez de nuestro Señor en nuestra vida cotidiana. Otra forma sería venir a la Adoración los martes por la noche y los primeros viernes. Al pasar tiempo con nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, le permitimos transformar nuestros corazones en el suyo. Sobre todo, por supuesto, es su participación regular en la Misa en la que le llegamos más íntimamente cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión.
          Por lo tanto, retomemos esta buena obra hoy para que crezcamos en sencillez y humildad según el modelo de nuestro Salvador; y que también nosotros podamos ser contados entre los sencillos que Dios envía para traer la Buena Nueva de la vida y la salvación a todos los que nos rodean.
Dado en la parroquia Todos los Santos: Logansport, IN

9 de julio, 2017

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