Homilía: 3º Domingo de la Pascua – Ciclo A
Hermanos, en estas semanas de Cuaresma
y Pascua hemos reflexionado sobre una serie de encuentros con Jesús. Estos
encuentros fueron muy personales y cada uno llevó a las personas que se
encontraron con Jesús a reconocer que su idea del Mesías era limitada. Esto le
abrió los ojos a un concepto más maravilloso, aunque misterioso, de quién es
Jesús: un concepto que los llevó a dar testimonio a otros acerca de él.
La mujer samaritana tuvo los ojos
abiertos para reconocer a Jesús como el Mesías en su encuentro con él junto al
pozo. Con alegría, se fue a compartir esta buena noticia con toda la gente de
su pueblo. Al ciego de nacimiento se le abrieron los ojos (¡literalmente!) para
reconocer a Jesús como el Mesías en su encuentro con él en Jerusalén. Luego
testificó audazmente ante los líderes religiosos que buscaban silenciar a
Jesús. Marta, María y su hermano Lázaro ya creían que Jesús era el Mesías. Sin
embargo, sus ojos se abrieron aún más cuando Jesús demostró que su poder es
mayor incluso que la muerte misma cuando le devolvió la vida a Lázaro. Esto,
sin duda, condujo a su testimonio ante otros.
María Magdalena lloró ante el sepulcro
de Jesús cuando parecía que su cuerpo había sido robado. Al principio, no
reconoció al Jesús resucitado que estaba a su lado. Su encuentro con él,
resucitado de entre los muertos, le abrió aún más los ojos a la realidad de
Jesús e inmediatamente corrió a testimoniar: “¡He visto al Señor!”. Tomás, el
apóstol, no se encontró con Jesús resucitado en su primera aparición a los
apóstoles y declaró que no creería a menos que se encontrara con el mismo Jesús
resucitado. Una semana después, se encontró con Jesús resucitado, lo que le
abrió aún más los ojos a la realidad de Jesús. Durante el resto de sus días,
Tomás no dejará de testificar que Jesús es el Mesías.
Hoy reflexionamos una vez más sobre la
historia de los discípulos en el camino a Emaús y vemos cómo un encuentro con
Jesús hizo que se abrieran los ojos de estos discípulos, lo que les llevó a dar
testimonio de la verdad sobre Jesús. Como en las otras historias que hemos
contado, en esta historia Jesús una vez más no se deja reconocer plenamente, al
principio. Utiliza esa oscuridad como una oportunidad para enseñar una lección
importante. Jesús finge asombro de que, habiendo oído las historias de las
mujeres que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, y que contaron haber
visto ángeles que les decían que Jesús había resucitado, estos discípulos
estaban todavía tan escandalizados por la crucifixión que no podían comprender
la resurrección. Así, Jesús “les explicó todos los pasajes de la Escritura que
se referían a él”.
A pesar de que la enseñanza de Jesús a
lo largo del camino comenzó a dejar claro que el Mesías no solo tenía que
sufrir y morir, sino que resucitaría al tercer día, los discípulos todavía eran
lentos para creer. Finalmente, sin embargo, mientras estaban sentados a la
mesa, cuando Jesús recrea lo que hizo en la Última Cena cuando bendijo el pan,
lo partió y se lo dio, los ojos de los discípulos se abrieron y reconocieron a
Jesús resucitado ante ellos. Esto los llevó a regresar rápidamente a Jerusalén
y testificar que Jesús se les había aparecido. /// Así, en todos estos
encuentros, vemos el mismo patrón revelado: un encuentro personal con Jesús
conduce a una apertura de los ojos para reconocer la verdad completa sobre
Jesús, que luego lleva a esa persona a dar testimonio de lo que ha visto y oído.
///
Este último encuentro debería ser el
más identificable para nosotros como cristianos de hoy en día, ya que el patrón
del encuentro imita más de cerca el encuentro personal regular que tenemos con
Jesús resucitado: nuestra celebración de la Eucaristía. Reflexionemos sobre ese
hecho por un momento.
Los discípulos están en un viaje y
están luchando con las cuestiones difíciles de sus vidas. Jesús viene a ellos,
los escucha y luego les interpreta las Escrituras para responder a sus
preguntas y dudas. Nosotros, por supuesto, somos peregrinos en un viaje por
este mundo y luchamos diariamente con preguntas difíciles en nuestras vidas. En
la Misa, nos reunimos y escuchamos primero la Palabra de Dios que se nos
proclama y luego se interpreta de tal manera que (ojalá) responda a muchas de
nuestras preguntas y dudas.
Al final de su viaje, los discípulos se
sentaron a la mesa con Jesús donde él recreó los acontecimientos de la Última
Cena para compartir con ellos su Cuerpo y Sangre. En la Misa, después de la
liturgia de la Palabra, nos reunimos alrededor de este altar, esta mesa del
sacrificio, para que el mismo Jesús, a través del ministerio del sacerdote,
pueda recrear los acontecimientos de la Última Cena para compartir su Cuerpo y
Sangre con cada uno de nosotros.
El profundo encuentro con Jesús en el
camino y luego reunidos en la mesa llevó a los discípulos a salir y contar a
los demás lo que habían visto y oído. Al final de la Misa, después de nuestro
encuentro profundo con Jesús en su Palabra y reunidos alrededor de esta mesa de
sacrificio, somos enviados de regreso al mundo para declarar a los demás lo que
hemos visto y oído.
Ojalá ahora podamos ver que, a lo largo
de estos últimos meses, las liturgias nos han llevado a considerar los
encuentros que tenemos con Jesús resucitado—especialmente, el encuentro con él
aquí en la Misa—y cómo estos encuentros son oportunidades para ver a Jesús más
claramente para que podamos testificar acerca de él más fácilmente en nuestra
vida. Tal vez también podamos ver en esto que nuestro testimonio debe ser a la
vez gozoso y sencillo. La mujer samaritana dijo: “Vengan a ver a un hombre que
me ha dicho todo lo que he hecho”. El hombre ciego de nacimiento dijo: “yo era ciego y ahora veo”. María Magdalena
dijo: “He visto al Señor”. Tomás declaró: “Señor mío y Dios mío”. Los
discípulos de Emaús relatan cómo Jesús “lo habían reconocido al partir el pan”.
Hermanos, no necesitamos largas explicaciones teológicas de quién es Jesús. Más
bien, necesitamos simplemente dar testimonio de lo que hemos visto y oído: es
decir, de una manera llena de alegría, contarles a los demás nuestro encuentro
con Jesús resucitado y cómo ha infundido en nuestras vidas la esperanza de una
vida más allá de esta vida de sufrimiento y muerte. ///
Hermanos, este testimonio se necesita
desesperadamente en nuestro mundo de hoy. Muchos de nuestros hermanos y
hermanas nunca han oído hablar de Dios y de su Hijo, Jesús, ni de la
posibilidad de experimentar una vida sin sufrimiento y sin muerte. Dios
necesita que seamos sus embajadores para llevar su mensaje de amor y
misericordia a estos hijos e hijas suyos que no tienen esperanza de nada más
allá de esta vida. En la alegría de nuestras celebraciones durante este tiempo
pascual, comprometámonos a llevar nuestro testimonio lleno de alegría a quienes
nos rodean, para que puedan tener los ojos abiertos y encontrar a Jesús
resucitado. /// Este es el gozoso deber que, a nosotros, como discípulos de
Jesús, nos ha sido encomendado. Fortalecidos por nuestro encuentro con Jesús
resucitado en esta Misa, que Dios haga fructífera esta santa obra.
Dado en la parroquia de
San Pablo: Marion, IN – 22 de abril, 2023
Dado en la parroquia de
Nuestra Señora de Monte Carmelo: Carmel, IN
23 de abril, 2023
No comments:
Post a Comment