Homilía: 3º Domingo en la Cuaresma – Ciclo A
Hermanos, a partir de este tercer
domingo de Cuaresma, entramos verdaderamente en el corazón de este tiempo. Con
suerte, nuestras disciplinas de Cuaresma nos han estado liberando de nuestros
apegos desordenados y voces que distraen para que podamos escuchar a Dios el
Padre hablándonos y verlo, cara a cara, una vez más. A partir de hoy y durante
los próximos dos domingos, mientras reflexionamos sobre los encuentros
personales con Jesús que nos relatan nuestras lecturas del Evangelio, estamos
invitados a profundizar nuestros propios encuentros con él.
El primero de los tres encuentros es
con la mujer samaritana en el pozo. Para mí, esta es la historia más
emocionalmente conmovedora de las tres. Como descubriremos en la historia, esta
mujer, quizás por sus propias decisiones o por malos tratos o malas
circunstancias en su vida, se encuentra aislada en su comunidad. Estuvo casada
y divorciada varias veces, lo que en la cultura de la época siempre avergonzaba
a la mujer. Prefiere no ser vista, por lo que acude al pozo al mediodía, cuando
no se espera que haya nadie más allí.
Allí, sin embargo, se encuentra con
Jesús. Lo que vemos en este encuentro es el camino inteligente que toma nuestro
Señor para ayudar a esta mujer a abrir su corazón al don de la vida que vino a
darle. Primero, él llama su atención pidiéndole que le dé de beber. Como los
judíos y los samaritanos no se mezclaron, ella está asombrada por su pedido.
Por lo tanto, aunque probablemente esperaba poder conseguir agua e irse sin
siquiera mirar al hombre sentado junto al pozo, ahora se siente obligada a
entablar un diálogo con él. “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a
mí, que soy samaritana?” Ella es curiosa y Jesús usa eso para atraerla más
profundamente. “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de
beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”. Ella está incrédula de
que Jesús, que ni siquiera tiene con qué sacar agua, pueda darle de beber, y se
lo dice. Sin embargo, la respuesta de Jesús a su incredulidad toca una fibra
sensible en su corazón: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el
que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré
se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
Aunque la mujer todavía malinterpreta
lo que Jesús quiere decir, su deseo de aliviar alguna carga de su vida busca
aferrarse a la oferta de Jesús. Entonces ella le dice: “Señor, dame de esa agua
para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Bueno,
la respuesta de Jesús en este punto puede parecer que está ignorando su pedido
y cambiando el tema de la conversación. En verdad, sin embargo, Jesús reconoció
que esta mujer ahora se había abierto para recibir lo que él le estaba
ofreciendo y entonces comenzó a darle lo que ella pedía. En otras palabras,
dijo la mujer. “Señor, dame de esa agua…” y Jesús hace exactamente eso: pero no
de la manera que ella esperaba.
En su naturaleza divina, Jesús conocía
completamente a esta mujer, incluidas todas las cargas emocionales,
espirituales y físicas que había estado soportando. Podía ver que ella estaba
más agobiada por la vergüenza que sentía por sus matrimonios fallidos. Así,
aunque ella espera ser liberada de la carga de sacar agua del pozo, Jesús sabe
que ella más necesita ser liberada de la carga de su vergüenza.
Por eso, cuando pide recibir lo que
Jesús le ofrece, primero la hace afrontar su realidad más dolorosa. Lo hace por
lo que compartirá a continuación: “Pero se acerca la hora,” dice, “y ya está
aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu
y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto.” En otras
palabras, Jesús le está diciendo a esta mujer samaritana que ella misma podrá
ofrecer a Dios verdadera adoración, incluso en su quebrantamiento y vergüenza,
pero solo si está dispuesta a reconocer la verdad completa de quién es ella y
de la realidad de su vida hasta ese momento. Él enfatiza este punto para ella:
“…porque así es como el Padre quiere
que se le dé culto”. Otras traducciones lo
dicen en esta manera: “…el Padre busca
a tales personas para que lo adoren”.
De forma vacilante ahora, la mente y el
corazón de esta mujer estaban acelerados por las cosas asombrosas que Jesús le
había dicho. “¿Podría ser este el Cristo?” seguramente pensó para sí misma.
Ella expresa su fe en que Cristo vendría y Jesús elimina toda duda diciendo: “Soy
yo, el que habla contigo”. Ella cree. Ella cree y deja ir las cargas de su vida
que, momentos antes, no tenía esperanzas de ser aliviada. Muestra de ello es
que, cuando sale para ir a contar a la gente del pueblo la buena noticia que ha
encontrado, deja su cántaro de agua: el símbolo físico de todo lo que la
agobia.
Hermanos míos, este camino por el
corazón de la Cuaresma nos invita a estar abiertos al encuentro con Jesús (y a
ser encontrados por él) para permitirle que nos desvele las verdades de nuestra
vida, y particularmente las verdades que dudamos, tenemos miedo, o nos
avergonzamos de reconocer. Esto para que le permitamos liberarnos del peso de
las mentiras que creemos sobre nosotros mismos y sobre nuestras vidas (que
encubren las verdades incómodas) y reconciliarnos con el Padre una vez más. Y
¿por qué es esto importante? ¿Para qué no seamos castigados por él? ¡No! ¡Para
que podamos adorarlo en Espíritu y en verdad! Porque, como escuchamos decir a
Jesús, “…el Padre busca a tales
personas para que lo adoren”.
Por lo tanto, mientras adoramos a Dios
aquí en esta Misa, renovemos nuestro compromiso con nuestras disciplinas
cuaresmales de oración, ayuno y limosna con la esperanza de que nos preparen
para encontrarnos con Jesús para que él pueda ayudarnos a ver la verdad sobre
nosotros mismos y sobre las realidades de nuestras vidas. Entonces, viendo su
mirada misericordiosa, estaremos dispuestos a dejar que nos libere de nuestras
cargas y, así, nos renueve en Espíritu y en verdad. Renovados de esta manera,
estaremos entonces listos para ir, como lo hizo la mujer samaritana,
descargados al mundo para proclamar las verdades que hemos descubierto e
invitar a otros a encontrarlas, renovando así la Iglesia de Dios.
Esta es la obra de la Cuaresma; y es una
obra gozosa. Que la gracia de esta Eucaristía nos fortalezca para esta santa
obra.
Dado en la parroquia de
Nuestra Señora del Monte Carmelo: Carmel, IN
12 de marzo, 2023
Hermoso, claro y lleno de inspiración. Gracias Padre!
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