Homilía: 4º Domingo en la Cuaresma – Ciclo A
Hermanos, mientras continuamos a través
de estas semanas intermedias de Cuaresma—verdaderamente el “corazón” de la
Cuaresma—escuchamos el segundo de tres encuentros con Jesús que estas semanas
nos presentan. En el primer encuentro, reflexionamos sobre la mujer samaritana
que Jesús encuentra junto al pozo. Allí, Jesús usa algunas tácticas ingeniosas
para captar la atención de la mujer y abrirle su corazón. Cuando lo hace, Jesús
la ayuda a verse como realmente es. ¿Por qué? ¿Porque quería que ella se
sintiera avergonzada? ¡No! Más bien, porque (como él dijo) “se acerca la hora,
y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en
espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto.”
Esta mujer tenía fe, y Jesús podía verlo. Sin embargo, no podía adorar de
verdad si continuaba evitando la verdad sobre sí misma. Habiendo encontrado a
Jesús, cree que él es el Mesías, aquel a quien han estado esperando, y olvida
su vergüenza y da testimonio de todas las buenas noticias que ha encontrado.
Esta semana, se nos presenta el
encuentro de Jesús y el ciego de nacimiento. Aquí nuevamente vemos el tema de
cómo reconocer la verdad de la realidad de la vida de uno conduce a la fe y la
adoración. Contrariamente a la historia de la mujer samaritana en el pozo, en
la que parece haber un encuentro "mutuo" (tanto Jesús como la mujer
llegaron al mismo pozo), este encuentro es uno que Jesús inicia, aparentemente
sin ninguna interacción previa con el hombre. Jesús y sus discípulos pasan
junto a este hombre, mendigando en la calle, y cuando los discípulos le
preguntan a Jesús sobre la condición de este hombre, Jesús declara una verdad
sobre él (“[Él es ciego]… para que en él se manifestaran las obras de Dios”) y
luego procede a curarlo. No se menciona que este hombre le haya dicho o pedido
algo a Jesús o a sus discípulos. Jesús, al parecer, a través de un conocimiento
sobrenatural, sabía que este hombre había sido elegido especialmente por el
Padre "para que se manifestaran sus obras" y así lo sanó en el acto.
Luego, a través de varias escenas,
escuchamos a este hombre declarar repetidamente la verdad sobre la realidad de
su vida. Primero, la gente del pueblo que lo conoció comienza a cuestionar si
este hombre que puede ver realmente era el hombre que siempre supieron que era
ciego. Cuando se le pregunta, el hombre responde simplemente: "Yo
soy". Cuando le preguntan cómo puede ver ahora, responde con los hechos
más básicos. Entonces, lo llevaron ante los fariseos, quienes también le
preguntaron al hombre cómo podía ver ahora. Una vez más, responde con los
hechos más básicos. Los fariseos intentan etiquetar a Jesús como un pecador (y
por lo tanto, que no viene de Dios) porque él trabajó en sábado, pero el hombre
no está convencido de esto y por eso solo dirá lo más seguro que se le ocurra
decir acerca de Jesús: “Él es un profeta”.
Los fariseos, frustrados porque no
podían incitar a este hombre a afirmar que Jesús era el Mesías para poder
castigarlo, llamaron a los padres del hombre para interrogarlos. Los padres
también responden al cuestionamiento con los hechos más básicos: “Sí, este es
nuestro hijo. Sí, nació ciego. No, no sabemos cómo ahora puede ver”. Frustrados
aún más, los fariseos vuelven a llamar al hombre para presionarlo para que
reconozca que Jesús es un pecador por haber hecho lo que se consideraba un
“trabajo ilegal” en sábado. Sin embargo, el hombre no dirá lo que no sabe que
es verdad: “Si es pecador, yo no lo sé…”, el hombre dice: “sólo sé que yo era
ciego y ahora veo”. El hombre está viviendo en la verdad de la realidad de su
vida y no va más allá.
Los fariseos, en cambio, se muestran
reacios a reconocer la verdad de la realidad que se les presenta. Más bien, se
retuercen y se dan la vuelta tratando de negar la verdad que se les presenta
para preservar la realidad tal como la conocen. A pesar del testimonio de
múltiples personas de que este hombre verdaderamente había sido ciego de
nacimiento, pero ahora puede ver, y a pesar del propio testimonio del hombre de
que había sido Jesús quien lo curó, continúan buscando renunciar a Jesús,
porque lo ven como una amenaza para desestabilizar su forma de vida y de
pensamiento, en lugar de abrirse a la verdad de la realidad que se les
presenta. Incluso afirman tener un conocimiento remoto: "sabemos que a Moisés le habló Dios",
pero se niegan a reconocer la realidad que es más inmediata para ellos:
"...pero ése, no sabemos de
dónde viene". El hombre les llama la atención por su hipocresía: “Es
curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los
ojos”. Al final, Jesús les dará la vuelta a estos fariseos y notará que ellos
son los que están verdaderamente ciegos, ya que se niegan a reconocer la verdad
que se les ha presentado.
Finalmente, después de que los fariseos
echaran al hombre de la sinagoga frustrados, se encuentra con Jesús una vez
más. Como hizo con la mujer samaritana, Jesús busca una expresión de su fe en
el Mesías: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Cuando el hombre responde
afirmativamente, Jesús se revela completamente a él: “Ya lo has visto; él que está
hablando contigo, ése es”. El hombre cree. El hombre cree e inmediatamente se
abaja en adoración a Jesús, adorando a Dios en Espíritu y en verdad.
Hermanos, la realidad de nuestras vidas
es que, en muchos sentidos, estamos ciegos: tanto por nuestras limitaciones
humanas, que nos impiden ver la verdad completa de la realidad cósmica de Dios,
y porque nuestros pecados, pequeños y grandes, nos ciegan aún más a esta verdad.
Esta peregrinación por el corazón de la Cuaresma nos invita a un encuentro con
Jesús, que puede abrirnos los ojos a la verdad, y a dejar que su amor y su
misericordia purifiquen nuestra vista. Esto sucederá cuando permitamos que su
luz penetrante entre en nuestros corazones. En esta Misa, al reconocerlo
presente en este altar, abramos con confianza nuestros corazones a él y a su
luz misericordiosa. Al hacerlo, seremos movidos a adorarlo, como lo hizo el
hombre ciego de nacimiento, y también seremos inspirados a declarar la verdad
acerca de él, con sencillez, pero con confianza, a quienes nos rodean,
invitándolos a encontrarlo también, y así renovar la Iglesia de Dios.
Esta es la obra de la Cuaresma; y es una
obra gozosa. Que la gracia de esta Eucaristía nos siga fortaleciendo para esta
santa obra.
Dado en español e inglés
en la parroquia de San Pablo: Marion, IN
18 de marzo, 2023
Dado en la parroquia de
Nuestra Señora de Monte Carmelo: Carmel, IN
19 de marzo, 2023
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