Tuesday, December 27, 2022

Venid todos los fieles. Venid, como eres, a adorarlo.



 Homilía: La Solemnidad de la Navidad del Señor

         Hermanos, qué alegría es celebrar esta gran fiesta con todos ustedes mientras declaramos con nueva alegría y fervor que Cristo nuestro Rey ha nacido y, por lo tanto, que nos ha llegado la salvación de las tinieblas eternas del pecado y de la muerte. Nos hemos estado preparando para este día durante las últimas cuatro semanas, ¡cuatro semanas completas!, y con razón: cuando se va a llevar a cabo una gran celebración, hay mucho que hacer para prepararse.

         Por lo tanto, antes de continuar, siento que debo hacer una confesión. Cuando se trata de todo el bombo publicitario y el acenso gradual de Navidad, soy un cascarrabias. El Adviento es un tiempo que espero y lo espero porque es una invitación a bajar el ritmo, a estar un poco más quietos, a reflexionar y a empezar de nuevo. Sin embargo, todos los años, la temporada se llena de luces, música navideña y la presión de hacer más cosas. Cada año, espero que este sea diferente y cada año me decepciona que el mundo no haya decidido ajustarse a mi idea de Adviento ("¡Qué grosero!", ¿verdad?).

         Estoy decepcionado, también, porque siempre tengo grandes esperanzas de estar más listo y más preparado para la Navidad, esperanzas que, aunque a veces poco realistas, casi nunca resultan como las imaginé. Ese tiempo extra en oración que esperaba pasar fue difícil de tomar y, cuando lo tomé, resultaba infructuoso. Esa idea creativa de regalos para mi familia resultó ser demasiado lenta para llevarla a cabo. ¿Tarjetas navideñas? Sí, lo pensé... mucho... durante como tres semanas... y todavía no los envié. Después de cuatro semanas de decepción, frecuentemente me encuentro cerca de Navidad sintiéndome un poco… digamos… malhumorado.

         La cosa encima de todo para mí es que siempre quiero estar bien preparado espiritualmente para celebrar este gran día festivo, y ser malhumorado no lo hace fácil. Como la mayoría de ustedes, supongo, me tomo el tiempo de hacer un buen examen de conciencia para hacer una buena confesión durante el Adviento. Sin embargo, por más que trato de llevar mi alma en un estado prístino de gracia a la celebración de la Navidad, para hacer de mi corazón un hermoso regalo para Jesús en su cumpleaños, casi siempre encuentro que fracaso; y así mi corazón, queriendo siempre enaltecerse de alegría en esta celebración, está oprimido por el peso de mis pecados. Estoy avergonzado de que, además de todas las otras cosas que no me salieron bien en el Adviento, no pude hacer este mínimo por Jesús.

         Con esto en el corazón, volví a reflexionar sobre este pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar y un rayo de esperanza me llamó la atención. Allí dice: “En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños”. Estos pastores recibieron la impactante y desorientadora visita del ángel de Dios que les trajo la buena noticia de que había nacido el tan esperado Mesías. A ellos, los pastores que “viven en los campos y vigilan el rebaño de noche”, se les dio instrucciones sobre cómo identificarían a este niño, el Cristo Rey, que había nacido.  Luego fueron a buscarlo para rendirle homenaje.

         “¿Por qué es esto un rayo de esperanza?” podría preguntar. Estos pastores estaban viviendo en los campos, cuidando el rebaño cuando recibieron esta buena noticia y fueron a buscar a este Rey recién nacido. Supongo que no se detuvieron en casa para ducharse antes de encontrarlo. Vinieron a él tal como eran; sucios de su trabajo en el campo y con el olor de las ovejas pegado a ellos. Vinieron a ofrecerle su homenaje y la Sagrada Familia los recibió sin queja ni condenas (¡después de todo, estaban en un establo!). Regresaron a sus campos regocijándose de que esta familia real los hubiera recibido, en toda su suciedad e imperfección. La esperanza que sentí, y aún siento, es que Jesús nuestro Rey está igualmente dispuesto hoy a recibirme a mí y a mi homenaje, en toda mi suciedad e imperfección, de manera similar: sin queja ni condenación, solo alegría de que, en mi devoción, he venido.

         Hermanos, con demasiada frecuencia pensamos que solo podemos venir a Jesús si estamos perfectamente limpios y ordenados. ¡Ciertamente, este es un ideal por el cual debemos luchar! Sin embargo, lo más importante que debemos recordar hoy es que Jesús quiere que nos acerquemos a él, independientemente: incluso en nuestra suciedad e imperfección. Esto es difícil, porque a menudo nos avergonzamos de nuestros fracasos. No te preocupes, él nos ve. No se avergonzó de haber nacido en una cueva entre ganado. Por lo tanto, no se va a ofender si nos acercamos a él con el pecado en la conciencia, pero con amor en el corazón y un humilde deseo de rendirle homenaje.

         Acerquémonos, pues, a él en nuestras imperfecciones y ofrezcámoslas como nuestro don, porque al hacerlo le estamos ofreciendo nuestro más verdadero ser. Les aseguro que Jesús se deleita en este regalo. A cambio de este signo de humilde devoción, nos dará su verdadero ser, que es vida, y luz, y la paz de sabernos amados por el Dios que nos creó y que está cerca de nosotros también ahora. Por tanto, venid todos los fieles; venid y adorémosle.

Dado en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen: Carmel, IN

24 de diciembre, 2022

Dado en la parroquia de San Jose: Delphi, IN – 25 de diciembre, 2022

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