Sunday, March 31, 2024

La resurreccion a traves del sufrimiento

 Homilía: Domingo de Pascua – Ciclo B

         Hermanos, si no se dieron cuenta por la forma en que está decorada la iglesia, por las vestiduras que llevo o por la música festiva que cantamos, hoy es un gran día de alegría. Cristo el Señor ha resucitado de entre los muertos; ¡Y por esto nos regocijamos! Sin embargo, hay una gran verdad, escondida bajo la superficie de este motivo de nuestra celebración, que debería añadir profundidad de alegría a nuestra celebración, y es ésta: que el camino a la resurrección es a través del sufrimiento.

         La mayoría de nosotros, quizás, llevamos una vida relativamente cómoda. Sin embargo, si hemos vivido lo suficiente, nos damos cuenta de que ni siquiera las comodidades que disfrutamos han eliminado completamente el sufrimiento de nuestras vidas. Más bien, todos hemos experimentado sufrimiento de alguna manera. Hemos perdido a seres queridos a causa de la muerte y los hemos visto sufrir; hemos sido heridos por aquellos más cercanos a nosotros; Hemos perdido empleos y, tal vez, bienes materiales debido a desastres naturales o por la malicia de otras personas. De éstas y de muchas otras maneras, el sufrimiento ha afectado a cada una de nuestras vidas.

         El sufrimiento, para muchas personas, es una cuestión de desesperación; y si lo pensamos, aunque sea un poco, podemos ver por qué. Instintivamente sabemos que nuestra esperanza de vida es limitada; y así, si el sufrimiento se convierte en una parte demasiado grande de él, comenzamos a desesperarnos de que haya alguna esperanza de disfrutar esta vida que se nos ha dado. Para aquellos para quienes el sufrimiento diario es intenso, esta falta de esperanza puede resultar asfixiante: llevarlos a aislarse del mundo y, en algunos casos, a contemplar la posibilidad de poner fin a sus propias vidas.

         Por eso la celebración de hoy—la resurrección de Jesucristo de entre los muertos—es tan buena noticia: porque Jesús no sólo nos ha redimido del castigo debido al pecado, sino que nos ha abierto una vida más allá del sufrimiento: una en la que entramos precisamente a través del sufrimiento. Sí, la resurrección de Jesús es motivo de asombro; pero sería muy diferente si hubiera vivido una vida cómoda y plena y hubiera muerto a una edad avanzada por causas naturales, ¿no? Ciertamente estaríamos encantados de volver a verlo, pero ¿sería realmente la victoria que esperábamos? No, la resurrección de Jesús tiene un poder tan grande porque se produce precisamente después de que sufrió horriblemente: que él, el único hombre verdaderamente inocente que jamás haya vivido, sufrió todo el peso del mal que el mundo podía producir y lo derrotó al resucitar de entre los muertos. Al hacerlo, nos demuestra que el sufrimiento en este mundo no carece de sentido; sino que, cuando es aceptado y soportado con inocencia de corazón, por amor a Dios y al prójimo, nos acelerará por el camino que conduce a la vida más allá del sufrimiento que Jesús nos ha abierto.

         Hermanos míos, no proclamamos una salvación fácil. Más bien, proclamamos una salvación ganada para nosotros a través del sufrimiento: una salvación en la que participamos a través del sufrimiento. Y ésta, como he dicho, es la gran verdad escondida bajo la superficie de la celebración de hoy: que si aceptamos los sufrimientos que nos sobrevienen en esta vida—los sufrimientos diarios que experimentamos a causa de nuestros pecados, aquellos que sufrimos simplemente porque este mundo está quebrantado, y muy especialmente los sufrimientos que nos sobrevienen precisamente porque somos discípulos de Jesús—entonces nos estamos uniendo más perfectamente a Cristo en su sufrimiento. Y cuando estemos unidos a Cristo en su sufrimiento, entonces también estaremos unidos a él en los frutos de su sufrimiento: la vida nueva más allá del sufrimiento que él nos ha abierto.

         Por eso hemos asumido el sufrimiento voluntario durante los últimos cuarenta días: para recordarnos que el sufrimiento en este mundo no se debe evitar a toda costa, sino que, abrazado por amor a Dios y al prójimo, el sufrimiento nos une más perfectamente a Cristo y, así, nos prepara para vivir la resurrección con él. Si han pasado bien estos cuarenta días, entonces por todos los medios celebran en alabanza y acción de gracias por la gracia de Dios que ha obrado en ustedes. Y si no han pasado bien estos días, entonces también ustedes deben alegrarse: porque los frutos de la resurrección de Cristo no son sólo para aquellos que pueden cantar “victoria” al final de estos cuarenta días, sino que son para todos los que aún luchan por vivir la vida que Dios los ha llamado a vivir. A estos les digo: “¡Dios está de tu lado! Continúa luchando y encontrarás la gracia para vencer. ¡Tu fe será evidente en la lucha, y por la fe será tuya la vida más allá del sufrimiento que Cristo nos ha abierto!

         Esta verdad no podría ser más evidente para nosotros que aquí en esta Misa: en la que ofrecemos a Dios el sacrificio perfecto de su Hijo en acción de gracias por la salvación que su sufrimiento nos ganó. Por tanto, pongamos todo nuestro corazón en esta ofrenda: porque Cristo ha resucitado y tenemos vida en él.

Dado en la parroquia de San Jose: Rochester, IN – 31 de marzo, 2024

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