Homilía: 2º Domingo en
el Tiempo Ordinario – Ciclo B
"¿Qué
busca?" Esta es una pregunta común que nos hacemos cuando alguien tiene
esa mirada de "búsqueda" en su rostro. Sin embargo, cuando Jesús hace
esta pregunta, inmediatamente sentimos que quiere decir algo más que
simplemente "¿Ha perdido algo?" Cuando Jesús pregunta, nos damos
cuenta de que está hablando en términos "últimos": es decir,
"¿Qué busca realmente?" y es una pregunta con la cual los seres
humanos han estado luchando constantemente.
Aristóteles
era un pagano que vivió cuatrocientos años antes de Cristo. Pagano, lo que
significaba que él no sabía, y mucho menos creía, en Dios como se le había
revelado en la tradición judeocristiana. No obstante, era un filósofo increíble
que podía observar el mundo que lo rodeaba y sacar conclusiones astutas sobre "cómo
son las cosas". Era el mejor científico del mundo cuando la filosofía era
la ciencia del mundo.
Una de
las cosas centrales que enseñó Aristóteles fue que todos los seres vivos tienen
un fin—un telos en griego—por el cual
se esfuerzan. Por ejemplo, según su observación, una planta lucha por el sol.
Pudo ver esto por la forma en que una planta extenderá sus hojas más allá de
sus raíces en un esfuerzo por alcanzar los rayos del sol. Nosotros, por
supuesto, sabemos que la planta necesita los rayos del sol para tocar sus hojas
para que ocurra la fotosíntesis, en la que convierte la energía de los rayos
del sol en nutrientes para ayudarla a crecer, pero eso no cambia el hecho de
que el espíritu viviente en la planta se esfuerza siempre hacia el sol como si
alcanzarlo fuera su objetivo principal.
Bueno,
creo que todos podemos estar de acuerdo en que los seres humanos somos un poco
más complejos que una planta. No obstante, Aristóteles todavía pensaba que
tenemos un telos: un fin al que nos
estamos esforzando. Cuando Aristóteles observó a los seres humanos para
determinar por qué es lo que estamos esforzando, concluyó que el fin que todos
estamos tratando de alcanzar es la felicidad. En otras palabras, cuando miraba
las razones por las que los seres humanos hacen algo, podía ver que todas ellas
se reducían a una cosa: la felicidad. En pocas palabras: todo lo que elegimos
hacer, lo elegimos porque creemos que nos hará felices. Por supuesto, podríamos
estar equivocados acerca de si nos hará felices o no, pero el hecho es que lo
elegimos porque creemos que nos hará felices.
Santo
Tomás de Aquino vivió un poco más de 1500 años después de Aristóteles, pero fue
uno de los primeros para sintetizar verdaderamente la filosofía de Aristóteles
en la teología cristiana. Santo Tomás estuvo de acuerdo en que los seres
humanos tienen un telos, y que este telos es la felicidad. Sin embargo, como
Tomás era cristiano, pudo decirnos que la felicidad más verdadera y plena por
la que podemos esforzar—la felicidad para la que fuimos creados—es lo que los
teólogos cristianos llaman la Visión Beatífica: es decir, estar cara a cara con
Dios, en comunión perfecta con él.
Por lo
tanto, para Aristóteles, la respuesta a la pregunta "¿Qué busca?" Es la felicidad.
Para Santo Tomás de Aquino, la respuesta es la misma: la felicidad. Con él, sin embargo, la respuesta tiene una segunda
parte: "¿Y qué es la felicidad? La Visión Beatífica." Y entonces,
para Santo Tomás, la respuesta a la pregunta "¿Qué busca?" es simplemente
Dios.
Hermanos,
tal vez toda esta charla sobre "cosas últimas" los tiene un poco
exasperados. Si es así, lo entiendo. Para nosotros, que somos criaturas muy
prácticas, es difícil pensar de manera tan abstracta. Para la mayoría de
nosotros, puede ser difícil superar las preocupaciones del momento presente y
del futuro cercano. "¿Qué busca?" "Bueno, busco mis llaves... o
un nuevo trabajo... o que termine esta homilía..." Sospecho que fue
difícil para los primeros discípulos de Jesús, también. Solo mira cómo
respondieron a la pregunta de Jesús. "¿Qué buscan?", los pregunta. Los
discípulos responden, "¿Dónde vives?" Supongo que ellos sintieron el
peso de la pregunta, pero no estaban preparado para responderla y por eso se
equivocan. Ellos no respondieron "Nada" pero tampoco dieron una
respuesta directa. Su respuesta revela que reconocieron algo en Jesús, algo que
aún no podían nombrar, pero algo en él que podría responder esa pregunta por
él, y por eso quería saber más. Por lo tanto, ellos preguntaron: "¿Dónde vives?"
para conocer mejor a Jesús y descubrirlo con seguridad.
Hermanos,
esto es lo mismo para nosotros. Quizás no tenemos una idea clara de qué buscamos.
Creo que la mayoría de ustedes aquí, en este punto, están reconociendo que, en
su esencia, lo que buscas es la felicidad. Tal vez un buen número de ustedes
también reconozcan que es Jesús quien los puede llevar a la felicidad (es
decir, a la felicidad real y duradera). Para otros, sin embargo, no estás tan
seguro. De todos modos, para todos los que estamos aquí hoy, Jesús se vuelve
hacia nosotros cuando lo estamos mirando y nos está preguntando "¿Qué buscas?"
Quizás podamos responder con valentía: "¡Felicidad! ¡Y creo que usted
puede llevarme a eso!" Quizás, sin embargo, lo mejor que podemos hacer es
decir: "Jesús, ¿dónde vives?" Si es así, es bastante. Para el
primero, Jesús dirá: "Ven y te mostraré tu felicidad". A la segunda,
Jesús dirá: "Vengas a ver". Como vemos en ambos, Él nos invita a ir a
él: porque él nos dará lo que buscamos si acercarnos a él.
Este es
nuestro trabajo: encontrar a Jesús, preguntarle dónde vives y ponernos a
seguirlo allí. Luego, después de que lo escuchamos y estamos convencidos de que
él es el Mesías, debemos ir y traerle otros a él también. Esta es nuestra
vocación. Cuando lo aceptemos, Dios nos dará la gracia para cumplirlo. Así como
Elí identificó la voz del Señor para el joven Samuel para que él pudiera
seguirla, y al igual que Juan el Bautista señaló a sus discípulos a Jesús, y al
igual que Andrés trajo a su hermano Simón Pedro a Jesús, nosotros también
debemos continuar con esta larga cadena de discípulos-que-engendran-discípulos por
conocer a Jesús primero (ayudado, como seguramente lo hemos sido, por otros) y
luego señalándolo a otros y llevándoselos a él. Si hacemos esto, mis hermanos y
hermanas, encontraremos lo que hemos estado buscando; y el reino de los cielos,
el reino en el cual florece nuestra felicidad, el reino que está presente aquí
en esta Eucaristía, se expandirá y crecerá en medio de nosotros. Esto es lo que buscas.
Que
este nuevo año sea el año en que el reino de Dios crezca de una manera rica y
poderosa, tanto en nuestros corazones como en esta comunidad. Así sea.
Dado en la parroquia de Todos los Santos: Logansport,
IN
14 de enero, 2018
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