Homilía: 3º Domingo del
Adviento – Ciclo A
Puedo
entender por qué Juan Bautista podría haber puesto en duda. Él pasó su vida
adulta llamando a otros al arrepentimiento para prepararse para la
manifestación del Mesías y señaló a otros hacia él cuando él vino. Pero ahora
Juan se encontró encarcelado por el rey israelita, Herodes, y ninguna de esas
cosas que el Mesías debía presentar, de las cuales Isaías había profetizado,
parecía estar llegando. Tal vez Juan se sintiera muy confundido y en conflicto,
así que entiendo por qué podría haber puesto en duda.
Es
fácil entender estas cosas, tal vez, porque podemos relacionarnos. El desafío
para nosotros, sin embargo, es mirar este pasaje y darse cuenta de que Juan no
dudó, sino que continuó señalando a Jesús. Juan fue el gran heraldo de la
venida del Mesías y por lo tanto, no tiene sentido que, después de años de
creer y proclamar su venida, Juan de repente dude. Y así, si esto es lo que las
Escrituras parecen decirnos, tal vez deberíamos echarle una mirada más cercana.
El
Evangelio nos dice que Juan todavía tenía discípulos; pero el propósito de Juan
era convertir a sus discípulos a Jesús y así, después de haber oído de los
milagros que Jesús estaba realizando y que había estado predicando el reino de
Dios, Juan envió a sus discípulos a hacer la pregunta por sí mismos: “¿Eres tú
el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús, conociendo lo que Juan
estaba haciendo, no sólo les dio la respuesta, pero él les mostró la prueba de
su respuesta: "Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo…" y
él predicó el reino y realizó estos milagros delante de ellos.
Okay,
Padre, está bien, pero ¿qué pasa con nosotros? Es comprensible si nos sentimos
un poco encarcelados en estos días. El mundo es un lugar cada vez más oscuro y
es cada vez más hostil a nuestra fe. Puedo entender si quizás alguno de ustedes
empiece a pensar como Juan el Bautista: "El mundo perfecto que Isaías
prometió venir con el Mesías parece estar muy lejos. ¿Qué debemos hacer?" Adviento,
mis hermanos y hermanas, nos da la respuesta.
En la
segunda lectura, Santiago escribió a la primera generación de cristianos y los
animó a ser pacientes y a ser firmes en su conducta justa hasta que el Señor
regrese. Este mismo consejo se aplica a nosotros hoy y nos recuerda por qué
estamos en este tiempo santo. Aunque estamos anticipando nuestra celebración de
la Navidad—la primera venida de Cristo entre nosotros—el enfoque principal de
Adviento es recordarnos nuestra necesidad de anticipar la segunda venida de
Cristo, que aún está por llegar. El Adviento es un tiempo de renovación en el
que volvemos a Jesús y vemos una vez más por nosotros mismos la prueba de que él
es, de hecho, quien él dice que es.
Hermanos
y hermanas, que nuestros corazones se abran más profundamente para recibirlo
aquí, en esta Eucaristía, y así ser fortalecidos en nuestra fe que el Mesías ha
venido, está aquí, y vendrá de nuevo; y así salimos de aquí regocijándonos para
fortalecer los corazones de los que nos rodean, para que todos estén dispuestos
a recibir el Señor cuando venga.
Dado en la parroquia de Todos los Santos – Logansport,
IN
11 de diciembre, 2016
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