Homilía: Domingo de Ramos de la Pasión del Señor – Ciclo C
Hermanos, una vez más, al celebrar
este Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, nos enfrentamos al confuso
conflicto que fue central en el sufrimiento y la muerte de nuestro Señor: que,
en Jerusalén, en aquella fatídica fiesta de la Pascua, había tanto quienes
habían llegado a creer que Jesús era el Mesías tan esperado como quienes no
creían, sino que pensaban que era un charlatán que debía ser silenciado. Este
año, recordamos el relato de San Lucas sobre la Pasión de Jesús, que destaca de
forma exhaustiva el rechazo de los líderes religiosos a Jesús. Reflexionemos
brevemente sobre ello para invitarnos a una reflexión más profunda en esta
Semana Santa.
Como sabemos por las Escrituras, los
sumos sacerdotes y los escribas eran hombres eruditos: habían estudiado y
conocían la Ley de Moisés y los escritos de los profetas. Por lo tanto, tenían
todo lo necesario para discernir quién era Jesús escuchando sus enseñanzas y
observando las señales que realizaba, comparándolas con todas las enseñanzas y
profecías referentes al Mesías. En otras palabras, si realmente hubieran
esperado ver la venida del Mesías, habrían podido discernir que Jesús era él;
ya que ellos, más que los demás, habían estudiado todo lo escrito sobre él y su
venida.
Sin embargo, en lugar de apertura,
permitieron que su ansiedad por asegurar la estricta observancia de los
preceptos de la Ley y la amenaza de opresión de sus ocupantes romanos les
cerraran la mente y el corazón. Si bien no lo dice el Evangelio, me pregunto en
qué medida su actitud hacia Jesús se asemejaba a la del faraón en el libro del
Éxodo: allí se dice que, con cada señal que Moisés realizaba, «Dios hacía al
faraón obstinado y no dejaba ir al pueblo». Dios hizo esto para ser
verdaderamente glorificado en la Pascua. ¿Hizo Dios a los sumos sacerdotes y a
los escribas «obstinados» para que su plan de redención de la humanidad se
cumpliera en Jesús? No lo sé. Sin embargo, Pilato intentó liberar a Jesús tres
veces, pero se negaron a aceptar su juicio. Más bien, presionaron
obstinadamente a Pilato para que lo condenara a muerte por crucifixión.
Sabemos que esto condujo a otra gloria
pascual, pero ¿tenía que ser así? Nuestra fe nos dice que sí, porque así
sucedió y así fue verdaderamente como Dios lo quiso. Pero quizás debamos
preguntarnos: "¿Cuán abiertos estamos a ver el plan de Dios obrando en
nosotros cuando nos agobia la ansiedad?". O, en otras palabras,
"¿Podemos confiar en que Dios obra para nuestro bien en medio de las
tragedias de nuestra vida?" No tienes que responder hoy. Más bien, esta
semana nos invita a reflexionar sobre esta pregunta una vez más, a la luz de
nuestra reflexión sobre la Pasión de Jesús, y a renovar nuestra confianza: una
confianza que se confirma en la gloria de la resurrección de Cristo. ///
Y así, mientras damos gracias al Padre
en esta Eucaristía, abramos nuestro corazón para unirnos al de Jesús en la
confianza, para que podamos experimentar el fruto de su Pasión: que es la
gloria de su Resurrección.
Dado en la parroquia de
San Jose: Rochester, IN – 13 de abril, 2025
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