Homilía: Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo – Ciclo A
Hermanos, mientras celebramos esta gran
solemnidad de Cristo Rey, tomemos un momento para recordar que esta celebración
es una adición relativamente reciente a nuestro calendario litúrgico. Fue
añadido en 1925 por el Papa Pío XI para responder al secularismo y al ateísmo
que aumentaba en todo el mundo al declarar audazmente que Jesucristo es el Rey
del Universo. En 2023, podremos ver que esta solemnidad es tan necesaria como era
casi cien años atrás. En otras palabras, el mundo de hoy no necesita menos que
se le recuerde que toda la creación debe “doblar la rodilla ante el nombre de
Jesús”, que es Dios y Señor de todo el universo.
Para celebrar más dignamente esta gran
fiesta, creo que primero deberíamos poner a prueba nuestras propias ideas sobre
lo que es un rey y lo que esperamos de él. Supongo que, para la mayoría de
nosotros, un rey es como un dios, quien manda y gobierna. Un “dios” porque
tiene recursos aparentemente infinitos a su disposición y, por lo tanto, es
alguien a quien podemos acudir en nuestras necesidades. “Quien manda y
gobierna” porque esperamos que establezca reglas que regulen nuestras vidas
como pueblo. Si el rey es bueno, nos acaba saliendo bien: el rey es generoso
con nuestras necesidades y justo en mandar y gobernar equitativamente para todos.
Sin embargo, si cede al egoísmo, rápidamente nos irá mal. Utiliza su poder
“divino” para tomar más y más del pueblo y mandar y gobernar según cualquier
capricho que sirva a sus necesidades.
Independientemente de si el rey en esta
idea es bueno o egoísta, la realidad es que es una idea muy “estancada”: el rey
gobierna y el pueblo está sujeto, pero en realidad no van a ninguna parte. La
realeza en esta idea tiene más que ver con gestionar que con liderar. Sin
embargo, ésta no es la idea judeocristiana de un rey. Por lo tanto, si vamos a
llamar a Cristo nuestro Rey, debemos entender esta idea judeocristiana de un
rey; así que echémosle un vistazo.
La idea judeocristiana de un rey es la
de un pastor. El pueblo judío era muy agrario y el pastoreo era común entre
ellos. Por eso, la idea de “un pastor” estaba fácilmente en sus mentes. Un
pastor es aquel que guía, protege, y sustenta a sus ovejas. Un pastor es aquel
que dirige: busca buenos pastos para pastar y conducir su rebaño a un lugar de
paz, seguridad, y tranquilidad. Quizás sea fácil ver cómo estos ideales de
pastor se traducen en ideales de rey. Un rey es aquel que guía, protege, y
provee a su pueblo. Él es quien guía a su pueblo: buscando tierras fructíferas
en las que puedan vivir y guiándolos hacia la vida eterna de paz, seguridad, y
tranquilidad. En verdad, el pastor es la imagen ideal de quien gobierna, porque
el pastor es aquel que se pone al servicio de aquellos a quienes gobierna.
No debería sorprender, entonces, que el
más famoso de los reyes judíos sea el rey David, quien fue pastor antes de ser
ungido rey. ¡También debería resaltar cuán radical es que apliquemos esta
imagen a Dios! (El Señor es mi pastor…) ¿Dios, que es el todopoderoso creador
del universo, es un pastor, que se humilla para servir al pueblo que gobierna
para conducirlo a buenos pastos y a un lugar de eterna paz, seguridad, y
tranquilidad? Sí, ciertamente. Y es él mismo quien así lo declara. En la
primera lectura, le escuchamos decir, a través del profeta Ezequiel: “Yo mismo iré
a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebano…
velaré yo por mis ovejas”. Hermanos, nuestro Dios es un rey que pastorea.
Esta idea es contracultural en nuestros
días, ¿verdad? Mira alrededor. Los líderes de las naciones de todo el mundo
viven como si el poder y la dominación fueran la única forma de gobernar. No
importa la retórica, la mayoría de los líderes de las naciones de hoy no están
tratando de rebajarse para servir a las personas que gobiernan, sino que más
bien buscan sus propios intereses, como el rey egoísta que describí
anteriormente. ¿Cuán bendecidos somos al saber que nuestro Dios es un rey que
pastorea? No importa cómo nos traten nuestros gobernantes terrenales, siempre
podemos consolarnos sabiendo que “el Señor es mi pastor, nada me faltará”. Él
es un rey que nos sirve guiándonos por el camino hacia una vida de paz,
seguridad, y tranquilidad con él para siempre. ///
Sin embargo, este rey-pastor sigue
siendo un líder. Así, nuestras lecturas revelan también que el rey-pastor es un
juez, ya que un líder debe ser capaz de hacer distinciones y resolver
conflictos entre aquellos a quienes dirige. También aquí las lecturas revelan
que el rey-pastor es justo y que protege el bien de muchos, especialmente de
aquellos que están en desventaja y marginados por unos pocos. Por lo tanto,
debe hacer distinciones y separar a aquellos que amenazan al rebaño al tratar
de aprovecharse de sus miembros. ///
Al declararse el “buen pastor”, Jesús
estaba proclamando quién es: un rey. Él también es Dios, por supuesto, lo que
significa que no es rey de algún lugar fijo en el universo, sino del universo
entero. Por lo tanto, vale la pena seguirlo, ya que él, nuestro Dios, es un rey
que pastorea y gobierna sobre todas las cosas.
Reconociendo esto, creo que es
importante hacernos un par de preguntas. “¿Estamos poniendo demasiadas
esperanzas en nuestros líderes seculares?” y “¿Estamos poniendo demasiadas
esperanzas en los líderes de nuestra Iglesia?” Si lo somos, entonces estamos
olvidando esta verdad radical: que nuestro Dios es un rey que pastorea. Cuando
hacemos eso (es decir, cuando ponemos demasiadas esperanzas en nuestros
líderes), terminamos pasando el resto de nuestras vidas buscando reyes o reinas
que nos pastoreen. Casi siempre encontraremos, sin embargo, que aquellos a
quienes hemos ungido rey (o reina) terminarán decepcionándonos por su
incapacidad (o falta de voluntad) para pastorearnos correctamente, y pueden
incluso hacernos daño.
Sin embargo, cuando declaramos a Jesús
como nuestro rey y vivimos de acuerdo con la forma en que él nos guía,
descubrimos que es suficiente para realizar su reino aquí en la tierra. En
otras palabras, cuando reconocemos las limitaciones de nuestros líderes humanos
(por muy necesarios que sean) podemos resistir la tentación de mirarlos como
reyes/reinas y esperar de ellos más de lo que pueden proporcionar. Esto nos
recuerda que debemos mirar a nuestro verdadero Rey, Jesucristo, y hacer sus
obras (las obras de misericordia delineadas en la lectura del Evangelio) para
que su reino (el reino de la verdadera paz, seguridad, y tranquilidad) pueda
manifestarse cada vez más entre nosotros.
¿No es esto lo que queremos? ¡Por
supuesto que es! ¿Es difícil realizar? ¡Sí! Nuestra tendencia al egoísmo y al
pecado hace que sea difícil realizar. Sin embargo, ¿vale la pena seguir
adelante? ¡Sin duda! Cada día decidimos hacer cosas difíciles para lograr
buenos fines para nosotros mismos. Por lo tanto, no hay razón para no
sacrificarnos aún más para ayudar a lograr el fin que todos nuestros corazones
anhelan: que el reino de Dios se realice plenamente en nuestro mundo. ///
Hermanos, nuestro Dios es un rey que
pastorea. Por esto debemos dar gracias todos los días. Nuestro Buen Dios ha
hecho posible que manifestemos las bondades de su reino a través de nuestras
vidas. Por eso, al celebrar el final de este año de gracia y el comienzo de uno
nuevo, comprometámonos a manifestar el reino de Dios en nuestras vidas, para
que su majestad brille en cada uno de nosotros. ¡Viva Cristo Rey!
Dado en la parroquia de
San Jose: Rochester, IN – 26 de noviembre, 2023